lunes, 5 de septiembre de 2011

ES URGENTE QUE SE SANCIONE LA LEY DE TIERRAS [1]


Desde tiempos inmemoriales la tierra es central en la actividad del hombre. Fue la primera palabra que pronunció el conquistador europeo, que siguió con la colonización del continente explotando cuanto recurso natural se le pusiera enfrente. Las oligarquías nacionales se constituirían luego a punta de fusil liquidando a los pueblos originarios. Las inmejorables ventajas naturales de nuestra pampa húmeda pusieron en pocas manos extensos latifundios e incalculables rentas. Hoy, grandes extensiones de tierras están en manos extranjeras en zonas donde se concentran recursos estratégicos, como en la Patagonia, los esteros del Iberá o sobre la cuenca del acuífero Guaraní. O el también permanente acoso territorial a los pueblos originarios, o la concentración de la renta pampeana con los pooles de siembra.

Después del rotundo triunfo en las Primarias, la presidente Cristina Fernandez fijó la agenda del debate político-legislativo que viene en la Argentina y le pidió expresamente a los legisladores de todos los partidos con representación en el Poder Legislativo Nacional, y como tema prioritario que trate el proyecto de ley de tierras que giró al Congreso a principios de año. El proyecto no es un tema menor sino más bien de importancia vital, y abre el debate a cuestiones como la soberanía nacional sobre las tierras productivas. Limita la compra de tierras productivas a extranjeros y define que no podrá ser considerada inversión la compra de un bien escaso y no renovable. Además asocia la tierra productiva con la seguridad alimentaria nacional.
 El proyecto del Ejecutivo no es una reforma agraria. Es sí un valioso intento de poner freno al proceso de extranjerización iniciado en los 90 que llevó a que hoy en Argentina, 17 millones de hectáreas estén en manos extranjeras. Esas hectáreas representan poco más del 6% del total de la superficie del país. Un proyecto de ley que desde CARTA ABIERTA (LP) consideramos necesario e imprescindible para continuar y profundizar el modelo nacional y popular que sepulte definitivamente las concepciones neoliberales en relación a la propiedad de la tierra.

[1] Ricardo CHELI