martes, 18 de septiembre de 2012

DECLARACION DE CARTA ABIERTA LA PAMPA - JULIO/AGOSTO 2012


RUPTURA Y DISCONTINUIDADES


En las actuales circunstancias, ya ni para los desatentos, ya ni para los desinformados, es novedad que el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, tanto antes, como después de las elecciones de Octubre de 2011 era portador de la continuidad de la política de ruptura con la que Néstor Kirchner rescató a la Argentina y al conjunto de la sociedad. No ya de un presente aciago e inviable socialmente, sino y sobre todo, de un futuro allanado solo y exclusivamente para el establishment político y económico local e internacional.

Lo pudo hacer porque volvió a revestir a la política de los atributos que por ser propios de su esencia nunca debió haber perdido. Lo pudo hacer porque, además, recreo la idea de un Estado Responsable y Presente hasta el extremo de pedir perdón por la aptitud de los gobiernos anteriores asumiendo la continuidad jurídica que tiene todo Estado Nacional y jalonando, así, una voluntad de cambio y transformación.

Con ello, entonces, también establece una ruptura con aquella política conservadora que venía de un colapso sin precedentes, esa política de los 90 y principios del 2000 que había colocado en bandeja de plata los activos y la renta de la economía argentina en manos de corporaciones foráneas, había generado garantías, seguridad jurídica e impunidad para los supuestos inversores y para aquellos que desde los partidos políticos, sindicatos o fuerzas de seguridad acallaban las voces de la resistencia contra la exclusión y la concentración económica. Una ruptura con una política que, en plena era de la globalización, adquiría la impronta de la no política, sin origen, sin historia, sin legados ni contenidos y con bases de sustentación social de raigambres y representación originarias abandonadas a su suerte. No obstante, mantenía símbolos, banderas y folklore partidarios como señal de apoderamiento de la política sin percibir que la propia vaciedad generaba un corrimiento generalizado de la población y la juventud hacia las fronteras de la misma.

Aquella política conservadora que, aún, habiendo configurado uno de los panoramas más sombríos en toda la geografía del país, hoy aunque segmentada sigue estando presente y anidada en diversos espacios de poder. Algunos de estos segmentos se expresa a través de la confrontación directa que no tanto por la recurrencia en emplear actores caídos en el descredito, como por repetir los mismos planteos que cuando hegemonizaban el discurso caen rápidamente en la desaprobación general. Grotesca y, a veces, ridículamente se ponen en evidencia sus actitudes serviles, cuando no, poniendo de manifiesto que para ellos la política es solo un medio de vida que culmina con la jubilación de privilegios.

Otros segmentos de aquella política conservadora, quizás más procaz, quizás merecedora de una mirada más atenta en sus complejidades, asumiendo su decadencia comenzó a deslizar a sus protagonistas hacia el interior tanto del Gobierno Nacional como de las fuerzas kirchneristas. A sabiendas que de las debilidades emergentes de una necesaria y continua modificación de las relaciones de fuerzas en el país sacarán provecho, siempre atentos a la oportunidad de la defección. Expresan una política que se emparenta con la volatilidad económica, capitales que entran y salen según un estándar de maximización de beneficios.

Estos segmentos de la políticas conservadoras terminan confluyendo con los múltiples factores y componentes que complejizan la conformación de alianzas políticas (a favor o en contra del gobierno Nacional) haciéndolas más fuertes o más frágiles. Las alianzas ya sean solidas o efímeras determinan no solo resultados electorales, sino también las condiciones de gobernabilidad que se manifiestan con mayor o menor dinámica en la profundidad de los avances.

Estamos, prácticamente, a una década de la asunción de Néstor Kirchner y sus políticas, como decíamos de ruptura, ya han establecido una tendencia transformadora innegable lo que es fácilmente visible y constatable por el acogimiento y abrazamiento que de ellas hacen los sectores mayoritarios de la población y la juventud. Pero esta tendencia no se observa, al menos, con el mismo vigor hacia el interior del país. Por lo que, aún, reconociendo la necesidad e importancia de las alianzas, estas deberían ser revisadas en tanto suman en el orden nacional en medida semejante a lo que postergan las políticas transformadoras que se requieren en el interior, porque tampoco se trata de implementar un verticalismo sin fundamento y sin agenda de orden local o regional. Tal revisión debe contemplar necesariamente, entre otros aspectos, compromisos programáticos explícitos para la aplicación de determinadas políticas de una y otra parte, dado que en los tiempos que corren se sostienen o no rápidamente la legitimidad de las mismas. En lo que a nuestra provincia se refiere es público y notorio que este proceso de revisión de las alianzas se ha iniciado en forma prometedora, en la medida en que ha hecho hincapié en el núcleo decisorio de la política pampeana.

A nadie escapa la seriedad y dimensión de los próximos desafíos para lograr la continuidad de este Modelo de Desarrollo con Inclusión, como tampoco las dificultades adicionales por la subestimación de una construcción política solida que asuma sin dobleces la tarea de darle perdurabilidad a los avances removiendo obstáculos sociales y culturales. Una construcción política que solo puede prosperar en las jurisdicciones provinciales, si es capaz de equilibrar y armonizar el peso de su apoyo a las políticas nacionales con una agenda de políticas locales, no superestructurales, enraizadas en las expectativas y demandas de sus poblaciones. La dinámica que pueda asumir la propuesta política iniciada en el acto de Vélez y continuada en Santa Rosa a través de Unidos, Organizados y Solidarios contribuirá, seguramente, a suplir tal falencia.

Garantizar la continuidad del modelo es importante, pero también evitar su estancamiento, logros, éstos, que hoy encuentran su escollo en un Estado que no se ha recuperado totalmente, en una buena parte de la renta de la economía que se encuentra todavía en manos extranjeras restando posibilidades, en una estructura jurídica casi intacta que continua impidiendo o frenando la restitución de derechos a amplias franjas de la población, en un sistema impositivo regresivo e incompatible con los propios objetivos del modelo en marcha, en un acoso mediático permanente de la derecha conservadora que actuando ilegalmente ya no tiene reparos en decirnos que necesitan que al país le vaya mal para poder satisfacer sus intereses, Tanto, estos y otros obstáculos duros, como lograr la sostenibilidad en el tiempo de los avances, solo podrán abordarse con cierta certeza de resultados por una construcción política sin disrrupciones que más allá de los resultados electorales internalice cultural y colectivamente las cuestiones medulares del modelo.

Para el final y sin poderlo obviar hemos dejado, uno de los requerimientos de la hora –que no es “político coyuntural”, como lo plantea todo el arco opositor y sus voceros multimediáticos– y que se trata de la necesaria Reforma a la Constitución Nacional. Tema que, en cuanto a la oportunidad y sus contenidos, más temprano que tarde, se debe comenzar a debatir y discutir en los más diversos espacios a lo largo y a lo ancho de nuestro país.

Es manifiesta la percepción colectiva e incluso de la mayoría de los analistas, que todas las transformaciones y avances logrados necesitan consolidarse jurídicamente y, ello, evoca la ausencia de mutaciones imprescindibles en la Constitución Nacional respecto de la que fue redactada en (1853-1860), lo cual no podrá ser posible de suplir con un mero maquillaje de la plataforma legal al estilo del “pacto de Olivos y Pacto de la Rosada” de 1994, sino que en su texto deberán plasmarse contextualizados los paradigmas, premisas, contingencias, enfoques y relaciones de poder con que los pueblos racionalizan su pasado, su presente y su futuro e, incluso, las aporías posibles en busca de su trascendencia.

Carta Abierta de La Pampa entiende que la dirigencia política opositora debe dejar de lado las vulgaridades y lugares comunes, horrorizándose con el planteo de reforma constitucional que promueve nuestro espacio, agitando el fantasma de que se trata de un mero intento reeleccionista y, asumir que cumplir con el compromiso político de la hora histórica, que nos toca vivir, es saber levantar la vista por encima de las miserias cotidianas y contribuir a concretar las aspiraciones soberanas del pueblo de nuestra patria.