Pareciera ser que cuando
mayor es la nitidez con que se presentan los hechos reales, tanto mayor son los
límites que imponen a los intentos para desconocerlos o desvirtuarlos. Lo cual
saca de quicio a quienes han venido hegemonizando arbitrariamente el relato y
el trazo configurativo de la realidad. Durante décadas las estructuras
mediáticas monopólicas han logrado encapsular la subjetividad de los
argentinos, entre otras cosas, invisibilizando y anulando las diferencias. Hoy
esas estructuras muestran grietas y fisuras constituyendo verdaderas líneas de
fuga por donde se logran colar los nuevos dispositivos de enunciación de los
discursos colectivos. Tratan de impedirlo pero lo hacen con la misma torpeza de toda estructura en
decadencia que ha dejado de sintonizar con lo que en realidad acontece.
El movimiento político-social,
que se vuelve a expresar en la Argentina, es el espacio en el que se trata de
resumir el conjunto de prácticas culturales, sociales, económicas y políticas
de las mayorías populares y, por ello mismo, aquilata formas de producción y
distribución de significados y de discursos. Por lo tanto, desde el interior de
este movimiento se re-territorializa, en parte importante, el espacio de enunciación como respuesta al necesario fortalecimiento-
compartir y capitalizar experiencias- de las practicas que desarrolla tendiendo
a generar originales dispositivos de enunciación colectivos a ser agenciados
por los medios de comunicación. El viejo régimen de enunciación y comunicación
confronta con esta contingencia poniendo en evidencia que el remplazo del fusil
por la retorica absurda se termina.
En los movimientos político-sociales no todo es organización, en buena
medida responden a la lógica del acontecimiento. Por ello son inasibles e
incontrolables volviéndose temibles para la derecha conservadora, pero para
otros son los instrumentos por excelencia para la transformación y fuente de
esperanza y ventura colectiva.
Si podemos identificar y reconocer el régimen de enunciación y
comunicación que ha venido operando, incluso en la generación de prestigios adscríptivos,
para servir a las visiones excluyentes del imperio, de las corporaciones
económicas y de las dirigencias locales serviles, al mismo tiempo podremos
identificar que alrededor de la lucha
por la aplicación de la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual existe un
gran esfuerzo mancomunado de todos los argentinos que tienen como meta la
conquista del bien común, de una mayor
igualdad y de más derechos.
Dicho de otro modo, si podemos reconocer la existencia de una racionalidad
de agenciamiento comunicativo de una época política y social que esta dejando
de ser, también podemos distinguir el actual momento como un momento
constituyente de una nueva racionalidad enunciativa y comunicativa. Este
proceso comunicativo constituyente y su consiguiente articulación y mediación
con el espacio enunciativo re-territorializado viene a configurar e inaugurar,
fácticamente al igual que todos los conocidos, otro modelo de agenciamiento
comunicacional que lleva en su génesis la impronta liberadora de la
subjetividad.
Además, este proceso es abierto porque si de lo que se trata es de
democratizar los medios de comunicación para escuchar la pluralidad de voces,
ello nos llevará en poco tiempo a la necesidad de reformular la figura, vinculo
y atributos clásicos de las relaciones sujeto-objeto del poder, del
conocimiento, de la investigación y del discurso, reinstalando en ellos la
proximidad y el compromiso protagónico que la mayoría de la población requiera.
En definitiva, es también parte de la lucha en que los argentinos nos
vamos desprendiendo de esa democracia formal para unos pocos, aproximándonos a
una democracia real y plural, aún, cuando sea tildada de dictadura. Condición,
además, para que el Proyecto de Desarrollo Inclusivo avance con la consistencia
que otorgan los consensos más amplios posibles.
[1] Jesús Serna