represores muertos antes de ser condenado por la Justicia.
Hecho piltrafa y extraviado el rumbo
y en mi provincia oigo cantar la vida
aun la que segó su tiro inmundo.
más no los cepos de la hedionda tumba,
allá donde el delirio se derrumba
y perece el poder y sus horrores.Pido a la tierra que se vuelva yerma
y expanda sobre el túmulo un invierno.
Que no fecunde sus gérmenes el cieno
porque le niegue el sol su luz eterna.
El genocida va, llevando sucia gloria
lo han de juzgar ahora nuestros muertos
que habitan el altar de la memoria.
Néstor Soria[1]