sábado, 30 de junio de 2012

El camionero perdió el GPS [1]

La soberbia y el poder constituyen siempre un cóctel peligroso, pero mucho más aún cuando quien lo detenta irracionalmente intenta retenerlo a cualquier precio; de allí que pensamos -para decirlo en forma más o menos jocosa- que el camionero perdió el GPS.- Finalmente sucedió lo que desde hace tiempo se preveía que iba a suceder. La relación del Gobierno nacional con Hugo Moyano, que en algún momento supo ser estrecha -aunque a decir verdad no careció de tintes difusos y momentos imprecisos- parece haberse fracturado de manera definitiva. La tensión entre ambos actores se convirtió en el último año en una olla a presión que fue levantando temperatura al calor del devenir político.

El conflicto actual pareció encuadrado en torno a la discusión por las paritarias del sindicato de Camioneros en el cual al reclamo del aumento del salario se le sumaba también la lucha por el aumento del mínimo no imponible de Ganancias como así también el reclamo por las asignaciones familiares para todos los trabajadores. Pero para luchar por tales reivindicaciones se inició por el Gremio un paro salvaje con vías de hecho y acciones destinadas a generar el desabastecimiento y el caos general.- Ante la inminencia de las medidas sancionatorias dispuestas por el Gobierno tanto para los empresarios como para el Gremio que había violado la conciliación obligatoria, se paró el acuerdo salarial con la patronal en el término de 24 horas.- Así las cosas, el Secretario general de la CGT, precisamente camionero él y padre del actual jefe gremial de sindicato, al mismo tiempo, decide enfrentar al Gobierno llevando adelante una paro general, supuestamente en procura de las restantes reivindicaciones.- Si bien muy pocos se atreverían a poner en duda la aparente legitimidad de estas demandas, que efectivamente contribuyen a apuntalar el poder adquisitivo de los trabajadores que menos ganan, tampoco son ajenas para nadie las aspiraciones políticas del secretario general de la CGT. Como sucede muchas veces, la forma que asumen las cosas distorsiona y se distancia del contenido de fondo. Un paro de setenta y dos horas para presionar una negociación fundada en una reivindicación salarial, tomando en cuenta la manera en que se vinieron dando las negociaciones en los últimos años, resulta a todas luces una desmesura absoluta y un abuso en el ejercicio del derecho de huelga. Por lo tanto puestos los acontecimientos sobre la mesa, surgen prístinas las intenciones políticas del conflicto y los intereses que están movilizando la cuestión de fondo. Y allí ya no sólo hay que remitirse a un escenario de puja salarial, sino también tomar en cuenta la futura y próxima elección general de la CGT, donde Moyano aspira a conseguir su tercer mandato consecutivo y, a más largo alcance, los tejes y manejes que comienzan a aparecer en vistas a la elección presidencial de 2015.

Porque está claro que Hugo Moyano hace rato que dejó de ser solamente el secretario general de la CGT y desde hace tiempo viene pidiendo pista en la arena política propiamente dicha. Ya en aquel acto multitudinario cuando expresó que Argentina se merecía tener un presidente trabajador, o cuando manifestó más de una vez sus intenciones de formar un partido de los trabajadores siguiendo el modelo de Lula en Brasil, o incluso, y más concretamente, cuando le pidió a Cristina que un tercio de las candidaturas a diputados estuvieran reservadas para candidatos sindicales –pensemos qué escenario tendríamos si la Presidenta hubiera aceptado tal pedido- el hasta ahora secretario general de la CGT dejó entrever en estos diferentes escenarios, no sólo sus intenciones de alcanzar alguna vez el sillón de Rivadavia aliándose para ello con Clarín y el mismísimo Magneto, sino que en tal cometido perdió el GPS que le marca el camino correcto.

Nadie puede cuestionar a otro argentino que aspire a cargos políticos, es cierto, y respecto a los anhelos en tal sentido del propio Moyano, a algunos le caerá más simpático que a otros que un líder sindical busque convertirse en actor político y su derecho es indiscutible, pero lo que seguramente todo ciudadano tiene prohibido es usar el poder que emana de otro lugar, por caso el sindical, para forzar el ejercicio de su virtual derecho.- De allí que puesto en la arena política –aunque lo niegue- ello habilita a criticarlo y evaluarlo políticamente. Y en ese sentido, convendría preguntarle si es coherente que alguien que busca convertirse en líder popular ataque a un gobierno que ha beneficiado a los trabajadores como casi ninguno lo había hecho hasta entonces. Deberíamos preguntarle a Moyano si tanto cambió el rumbo actual del Gobierno con respecto al de un año atrás, cuando él mismo pedía por la reelección de Cristina, argumentando que era la mejor opción para los trabajadores. ¿No será, entonces, que hay algo de revanchismo y de pase de factura en este ataque desmedido hacia un Gobierno que mejoró sustancialmente las condiciones de los trabajadores? ¿No será que Moyano, cegado por el poder que aún detenta y teme perder a corto plazo, termina haciéndole el juego y favoreciendo a los sectores del neoliberalismo que buscan desestabilizar porque ven en el avance popular una amenaza? Probablemente, en la desesperación por ganar algo, Moyano termine perdiendo más de la cuenta. Y en ese extravío puede que tal vez, y ello es mucho más grave, más que terminar jugando un picadito con un indeciso, termine decididamente del bando contrario de lo que dice representar, los trabajadores.-

[1] Ricardo Víctor CHELI